La maternidad y la lactancia como derechos fundamentales

Andrea Serna Hernández
Funcionaria estatal
En un contexto en el que la desigualdad de género persiste como una realidad cotidiana, la maternidad y la lactancia no deben ser percibidas como un obstáculo ni una limitación en la vida de las mujeres, sino como derechos humanos esenciales. Estos derechos, fundamentales para el bienestar de todas las personas, deben ser garantizados tanto por el Estado como por la sociedad. Es injusto que las mujeres deban optar entre ejercer su rol como madres o desarrollarse profesionalmente.
Cada vez más, desde los espacios de toma de decisiones, reconocemos la necesidad urgente de cambiar la forma en que entendemos la maternidad. Las decisiones sobre nuestros cuerpos, nuestra vida y cómo decidimos ser madres deben ser respetadas sin prejuicios ni estigmas. La lactancia, como parte integral de esta experiencia, es un derecho que debe ser respaldado por políticas públicas eficaces y por una sociedad que realmente lo apoye.
El trabajo de cuidados ha sido históricamente invisibilizado, y en su mayoría, lo han asumido las mujeres. Según datos de la Encuesta Nacional de Cuidados (ENCIC), un 20.2% de las personas cuidadoras han tenido que abandonar su empleo debido a las responsabilidades domésticas y de cuidado, mientras que un 24% ha tenido que recurrir a préstamos para enfrentar la carga económica asociada. Estas cifras revelan una problemática estructural que requiere ser transformada de manera urgente. Los cuidados no pueden ser responsabilidad exclusiva de las mujeres; deben ser un compromiso compartido.
En Michoacán, hemos dado pasos hacia un modelo más justo e inclusivo. La implementación de lactarios en los espacios laborales es una clara muestra de que la lactancia debe ser un derecho garantizado. Además, la creación de ludotecas permite que las mujeres puedan seguir desarrollándose profesionalmente mientras cuidan de sus hijos e hijas. Estas acciones son fundamentales para demostrar que es posible transformar nuestra realidad a partir de una perspectiva de derechos humanos y dignidad.
Aunque hemos logrado avances, el camino hacia la igualdad real sigue siendo largo y complejo. Aún enfrentamos obstáculos culturales y estructurales que cuestionan nuestras decisiones sobre la maternidad y nos excluyen de los procesos que afectan directamente nuestras vidas. No podemos seguir permitiendo que la maternidad se perciba como una carga o como un obstáculo exclusivamente para las mujeres. Es necesario implementar políticas públicas que nos garanticen el derecho de ejercer la maternidad de manera libre, sin renunciar a nuestra autonomía y sin que nuestra libertad se vea restringida por los roles tradicionales que la sociedad aún nos impone.
El sistema debe reconocer de manera urgente que el trabajo de cuidados no es una responsabilidad exclusiva de las mujeres, sino una obligación colectiva. Necesitamos permisos de maternidad y cuidados más amplios y efectivos, que nos permitan equilibrar nuestras vidas laborales y familiares sin sacrificar nuestras carreras ni nuestra dignidad. Es fundamental contar con una red de apoyo que funcione de manera efectiva, para que ninguna mujer tenga que elegir entre cuidar de sus hijos e hijas o desarrollarse profesionalmente.
Las mujeres no necesitamos simplemente apoyo, necesitamos respeto. Necesitamos ser escuchadas y, sobre todo, que nuestras decisiones sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas sean respetadas. La maternidad debe ser una experiencia libre y autónoma, no una imposición social.
Es hora de dejar de invisibilizar el trabajo de cuidados, históricamente asignado de forma desigual. La maternidad debe dejar de ser un tema tabú en las políticas públicas, reconociéndola como una experiencia válida y valiosa. Debemos vivir en una sociedad que comprenda que cuidar es un trabajo esencial, que no debe ser minimizado ni sobrecargado exclusivamente sobre las mujeres. La maternidad debe ser una elección libre, no un mandato. Todas las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, sin ser juzgadas ni condicionadas por los roles tradicionales de género. Es fundamental que vivamos en una sociedad que respete nuestras decisiones y que garantice que podamos ser madres y libres, sin que una opción limite a la otra.